De acuerdo, todos sabemos que Silent Hill no fue ni mucho menos el primero. Antes llegaron Alone in the Dark, Resident Evil y otros títulos algo más secundarios que sembraron la semilla del terror en cuanto a videojuegos se refiere.
Pero Silent Hill nos introdujo en un mundo de horror sin precedentes, convirtiéndose por derecho propio en el mejor simulador de pesadilla jamás creado. Los que tuvimos la suerte de poder jugarlo en nuestra PlayStation allá por el año 1999 jamás olvidaremos la sobrecogedora experiencia que supuso.
Y aún a día de hoy es un juego cuyos méritos no han sido empañados por el transcurso de las casi dos décadas transcurridas desde su lanzamiento.
Jugabilidad e historia:
El director Keiichiro Toyama tuvo a bien recoger ciertas influencias literarias y sobre todo cinematográficas que le sentaron como un guante al producto. Para empezar supo plasmar ese ambiente surrealista y onírico que Adrian Lyne creó para la excelente película La Escalera de Jacob, obra que es un absoluto referente a lo largo de toda la saga, con escenas calcadas a la misma incluso en Homecoming, por poner un ejemplo.
Otras influencias son el libro de Dean Koontz Phantoms (y su respectiva película) de donde obtienen gran parte de la ambientación del pueblo de marras y la serie de televisión Twin Peaks. El propio Akira Yamaoka reconoce que la música que Angelo Badalamenti creó para esta obra de Daid Lynch supuso una gran influencia para su trabajo en Silent Hill.
Con toda esta amalgama de inspiración bien mezclada con grandes de dosis de terror al más puro estilo japonés, no podía salir sino una obra maestra. ¡Y así fue!
Cierto que quizá se le puede echar en cara que la mecánica de disparos en tercera persona no está del todo bien implementada, así como el pobre combate cuerpo a cuerpo. Pero tras un breve proceso de adaptación ni tan siquiera este torpe control supone un problema serio para disfrutar a tope de la gran experiencia que supone Silent Hill.
La confusa y deslavazada historia (luego se supo que en parte fue todo premeditado) que nos cuenta el juego no hace sino acrecentar esa sensación de desasosiego e irrealidad, así como un tremendo miedo a lo desconocido
Apartado visual y sonoro:
Alone in the Dark se topó de bruces con las limitaciones técnicas propias de su época. Clock Tower
era más bien una experiencia tensa y nada más. Resident Evil se basaba más en el susto fácil y el agobio de enfrentarte a hordas de zombies (y puzles) con pocas garantías. Pero Silent Hill tiene otras aspiraciones a la hora de provocar miedo en el jugador. Y triunfa por goleada sobre todos los videojuegos previos en este aspecto.
A ello ayudan también unos gráficos que son bastante más potentes de lo que al principio uno puede suponer. La sempiterna niebla, que realmente esconde mucho menos de lo que aparenta (ahí reside una de las armas psicológicas más efectivas), se reserva un papel importantísimo en el juego. Al igual que el imponente trabajo en las texturas con el fin de recrear cierta dimensión paralela muy conocida para los aficionados a la saga.
Silent Hill es un título que como buen producto de terror sabe jugar sus cartas magistralmente. Keiichiro Toyama supo integrar perfectamente la genial banda sonora de Akira Yamaoka con unos efectos de sonido bestiales, que suponen más de la mitad de la experiencia. Caminar por una escuela abandonada a oscuras, atentos a cualquier sonido que pueda venir desde la oscuridad supuso un hito en la historia de los videojuegos.
El resultado final es una de las experiencias de terror más efectivas jamás creadas. Muy pocas películas y aún menos libros han conseguido acercarse a Silent Hill a la hora de provocar miedo. Adentrarse en esas calles neblinosas, esa escuela llena de llantos imposibles, ese hospital donde el personal es de todo menos amable... Sigue siendo una experiencia digna de ser vivida al menos una vez en tu vida.
Silent Hill no es un juego que se recree ni mucho menos en el gore. No es lo que pretende, y tampoco le hace excesiva falta. A la hora de abatir enemigos salpicarán algo de materia roja (o de otros colores que se pueden seleccionar en el menú de opciones) pero no hay que esperar el contenido de vísceras y desmembramientos presente en otros Survival Horror, sobre todo los más modernos.
Lo más desagradable del título, no obstante, nos viene en forma pasiva sobre todo con los decorados de esa dimensión de pesadilla que visitaremos a menudo, con multitud de detalles escabrosos como cuerpos abandonados en camillas tapados con sábanas ensangrentadas o clavados en la pared en actitud vigilante o directamente mutilados, como se puede observar en la imagen acompañante.
En ese aspecto nos encontraremos ciertas secciones donde la sangre y las vísceras se utilizan como un elemento decorativo más a la hora de crear terror, siendo la hemoglobina bastante efectiva en este caso. Pero lo dicho, Silent Hill no se recrea ni mucho menos en el splatter.
Y mención especial en cuanto a sangre merece la (ojo SPOILER) muerte de cierta enfermera que sin duda es el momento que más saciará vuestra sed.
Conclusiones:
Silent Hill no ofrece el mejor apartado técnico, su sistema de disparos en tercera persona es mejorable, no es demasiado largo pese a su rejugabilidad y su historia es algo confusa aunque tiene detalles absolutamente magistrales. Pero a la hora de crear terror todavía hay muy pocos que le puedan plantar cara.
Presenta una gran cantidad de momentos y puzles (como el archiconocido rompecabezas del piano) que forman ya parte de la cultura popular en los videojuegos y se lo ha ganado a pulso. Sencillamente las personas adecuadas se encontraron en el momento idóneo y gracias al apoyo de Konami supieron crear el Survival Horror definitivo.
Hazte un favor y juégalo si todavía no lo has hecho.
Calificación: *****
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